Para terminar con la introducción de nuestra Historia icnográfica del alma, haremos una sucinta exposición sobre las ideas del médico francés Julien Offray de La Mettrie (1709-1751), cuyas opiniones “materialistas” son opuestas a las tesis defendidas por la neuróloga italiana Laura Bossi, de la que hemos comentado su Historia natural del alma.
Autómata de 1774, conocido como “El escritor“, un mecanismo de precisión que consta de más de 6.000 piezas. Visible en el Museo de Arte e Historia de Neuchâtel, en Suiza y todavía en perfecto estado de funcionamiento, forma parte de un grupo de tres obras maestras de las mecánica construidos por Pierre Jaquet-Droz.
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La Mettrie, Julien Offray de (1709-1751)
Médico y filósofo francés trabajó como médico militar, donde tuvo oportunidad de estudiar la estrecha relación entre los estados fisiológicos y los físicos, lo que, a su vez, le condujo al estudio de las relaciones entre espíritu y materia, y a la conclusión de que los estados psíquicos dependen de los físicos.
Julien Offray de La Mettrie. Grabado de Achille Ouvré (1872-1951). Fuente: Wikipedia
En su obra Historia natural del alma(1745, que posteriormente fue conocida como Tratado del alma) niega que el hombre tenga un alma espiritual independiente del cuerpo. "El alma sólo es un término vago del que no se tiene la menor idea, y del que un espíritu culto únicamente debe servirse para nombrar nuestra parte pensante" (El hombre máquina, pág. 77).
La Mettrie, El Hombre Máquina. Fuente: olimon.org (PDF)
Nuestro pensamiento, nuestros deseos, nuestras emociones... no son más que actividades psíquicas, respuestas de nuestro organismo a las sensaciones que captan los sentidos.
Su pensamiento fue recibido con gran escándalo en Francia, siendo perseguido por sus ideas. Sus obras fueron prohibidas y terminaron en la hoguera, por lo que se exilió de Francia, refugiándose en Holanda (Leiden), donde escribió su obra cumbre El hombre máquina(1747). Su obra ocasionó que también fuera perseguido en los Países Bajos y se refugió en la corte de Federico II de Prusia, quien escribió un Elogio de Julien Offroi de la Mettrie. Desde entonces fijó su residencia en Berlín, ciudad en la que murió.
El hombre es un ser pensante. Su cuerpo es una máquina y su “alma” es producto de la educación que recibe: “… ¿Qué era el hombre, antes de que se inventaran las palabras y se conocieran las lenguas? Un animal de su especie, el cual, con mucho menos instinto natural que los demás (...) no se distinguía del mono y de los restantes animales (...) Las palabras, las lenguas, las leyes, las ciencias y las bellas artes llegaron y, gracias a ellas, se pulió al fin el diamante bruto de nuestro espíritu. Se ha adiestrado al hombre (y) ha adquirido el conocimiento simbólico (...) ¡Nada más simple que la mecánica de nuestra educación!”.
"El hombre como palacio industrial", de Fritz Kahn (1926), en realidad fue dibujado por el arquitecto Fritz Schüler. Fuente: Stuff to blow your mind
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Visto el dibujo anterior, me resulta imprescindible averiguar algo sobre la vida del autor. Fritz Kahn (1888-1968) fue un médico alemán que explicaba el funcionamiento de nuestro cuerpo mediante dibujos que imitan la actividad de una fábrica, o que comparan la tecnología de las máquinas con la de la naturaleza. Sus metáforas y analogías fueron muy exitosas, rompieron muchas fronteras y permitieron que la gente conociera, desde un punto de vista que mezclaba lo artístico con lo científico, cuestiones entonces poco divulgadas (Álvaro Corcuera, Fritz Kahn, un genio olvidado. El País Semanal, 2 sep 2013)
The Mensch-Maschine of Fritz Kahn. (Opera Mundi)
Fritz Kahn maravilló al mundo con el trabajo que realizó entre 1922 y 1931, un libro en cinco volúmenes llamado La vida del hombre, un libro de texto en el que empleó abundantes ilustraciones porque creía que de este modo los lectores se asombrarían y entenderían mejor el mensaje.
Con la llegada de los nazis, Kahn se refugia en París. Los libros de Kahn, especialmente a partir de 1936, son borrados de Alemania: confiscados, prohibidos y quemados. En 1940 escapa de París, vía España, y desde Lisboa, llega a Estados Unidos en 1941. En 1956 regresa a Europa, a Suiza y Dinamarca, donde vivirá hasta su muerte. Un tiempo en el que poco a poco la magia de Fritz Kahn irá perdiendo valor, al considerarse su obra anticuada.
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La Mettrie insiste en la importancia de la instrucción del hombre: “Sin ella el cerebro mejor construido lo estaría inútilmente, como el hombre mejor formado, sin los usos de la buena sociedad, se reduciría a un campesino grosero. Pero asimismo, ¿cuál sería el fruto de la escuela más excelente, sin una matriz completamente abierta a la entrada o a la concepción de ideas? (...) Así es, a mi parecer, la generación del espíritu. (...) La naturaleza nos había hecho pues para estar por debajo de los animales (Se refiere a que estos están dotados de mejores instintos para la supervivencia), o al menos, para así hacer destacar mejor los prodigios de la educación, la cual es la única en sacarnos de su nivel y elevarnos finalmente por encima de ellos. (...) El hombre no está formado de un barro más precioso, pues la naturaleza no ha empleado más que una sola y misma pasta, de la que únicamente ha variado los fermentos”.
“La máquina de los pulmones” y “El reflejo mecánico de salvación” de Fritz Kahn (1926). Fuente: Ramiro Feijoo
La Mettrie rechaza el dualismo cartesiano que oponía alma y cuerpo puesto que, basándose en sus observaciones médicas, La Mettrie llegó a la conclusión que en el hombre todo lo que se ha llamado el alma son funciones fisiológicas del cuerpo humano. Al dualismo cartesiano opone un monismo materialista que defiende que lo único real en el universo es la materia. Pero al contrario que Descartes, no consideraba la materia como algo inerte o pasivo, sino que afirmó que la materia contiene en sí misma el principio del movimiento y el de su organización en entidades superiores. La materia está animada y no es necesario recurrir a ningún espíritu que le insufle movimiento o vida, como queramos llamarlo.
La maquinaria de la vida. Fuente: mendruga
Defendía que los hombres, así como todos los seres vivos, son máquinas, pero tan perfectas que “se dan cuerda a sí mismas”. De esta manera rechazaba a los mecanicistas simples, para quienes el hombre, como el reloj, era una máquina perfecta, pero que necesitaba de alguien exterior, un “relojero” o un dios para que le diese cuerda. En su obra El hombre planta (1748) recurrió al modelo de la planta como ejemplo de un organismo que, surgido de la tierra y alimentado por ella y el sol, despliega toda su vida, indicando con ello que la naturaleza se basta a sí misma.
Sus teorías nos recuerdan al Hilozoísmo (del griego hyle, materia y zoe, vida) sostenido por los primeros filósofos milesios (como por ejemplo Tales de Mileto). Estos presocráticos intuyen a la naturaleza como algo animado, tienen la creencia de que existe alguna especie de animación en la materia. Tales recurría como ejemplo a la piedra imán, de la cual se observa que atrae a los metales. La consideración de que la naturaleza es animada hará pensar, por ejemplo, que el imán posee un alma (ánima) la cual es su fuente de movimiento.
La Mettrie afirmaba que en el universo solamente existe una sustancia (monismo) que puede sufrir diversas modificaciones gracias al principio de movimiento que es inmanente a la materia misma.
Este movimiento innato en la materia es la que, a través de diferencias de gradación, permite que de la materia surjan los seres vivos, y al final, el hombre. En cierta manera, predijo las tesis evolucionistas al afirmar que entre los seres vivos y el hombre solamente se dan diferencias de gradación, no de naturaleza.
La Mettrie defienda una moral hedonista, cuyo ejemplo tomamos de la naturaleza que nos proporciona las pautas de comportamiento moral. Conocía perfectamente a los filósofos epicúreos, declarándose partidario de la moral sostenida por Lucrecio en su De rerum natura.
En 1748 publica Discurso sobre la felicidad, en 1750 El sistema de Epicuro y en 1751 El arte de gozar o escuela de la voluptuosidad, obras en las que afirma que la naturaleza nos impulsa al goce sensorial individual, al tiempo que al amor al prójimo.
Monumentos de Khajuraho (India)
Los verdaderos valores morales no surgen de la creencia en Dios ni de sus religiones, a las que considera auténticas enemigas de la moral y que sólo sirven para atemorizar a la humanidad. Los valores morales no los recibe el ser humano por la educación, sino que los recibe de la naturaleza, al igual que los animales: “La naturaleza nos ha creado a todos únicamente para ser felices; (...) Por este motivo, ha dado a todos los animales alguna porción de la ley natural…” que es un sentimiento que nos enseña lo que no debemos hacer, porque no quisiéramos que se nos hiciera a nosotros. “… La ley natural no es más que un sentimiento íntimo, el cual pertenece también a la imaginación como todos los demás, entre los que se incluye el pensamiento. Por consiguiente, no supone evidentemente ni educación, ni revelación, ni legislador…”
La Mettrie afirma que conceptos como “infinito” o “Dios” no podemos conocerlos, ni nos proporcionan felicidad. En realidad, al ser humano le da igual que “la materia sea eterna o creada, y que exista un Dios o no exista. Qué locura atormentarse tanto por lo que no podemos conocer, y que ni tan siquiera nos haría más felices, de conseguirlo”.
Fuente: slideshare
El filósofo francés está convencido de la naturaleza animal del hombre, de que es una máquina que siente, piensa y sabe distinguir el bien del mal por “haber nacido con una inteligencia y un instinto moral”. Todo esto, sin embargo, no es contradictorio en declarar que el hombre es tan sólo un animal:
“El hombre no es más que un animal o un conjunto de resortes, que se montan unos sobre otros, sin que pueda decirse por qué punto del círculo humano empezó la naturaleza… Por consiguiente, el alma no es más que un principio de movimiento o una parte material sensible del cerebro, que se puede considerar, sin temor a equivocarse, como el resorte principal de toda la máquina, el cual tiene una influencia visible sobre todos los demás”.
Esta pieza increíble de Jacques de Vaucanson, conocido como el nombre de Joueuse de Tympanon, fue construida para la reina María Antonieta en 1772.
¿Cuerpo y alma?